El reciente trabajo de nuestra querida amiga Liliana De la Quintana es una forma de construir puentes para una posible interculturalidad en nuestro país, ya que asume el desafío de hablarnos de la vida de los guaraní, sobre todo de sus mujeres, niños y niñas. El texto “Tejedoras de Estrellas” puede leerse como un intento de acercar culturas, de dialogar entre culturas, superando las barreras idiomáticas y las distancia geográficas, políticas o de cualquier otro orden.
Sabemos
que muchas veces se ha venido retratando a aquello que podríamos denominar “mundo
indígena”, como algo fantástico, exótico, extraño, y que por ello se reproduce
una falsa idea acerca de él como un mundo sólo, homogéneo desde sus raíces, idéntico
en cada rincón del territorio nacional.
No
obstante, Liliana apuesta por justamente desmitificar este universo, para
traducirlo en una descripción más localizada, más contextualizada, logrando una
descripción más cercana y familiar para aquellos niños y niñas que no son de
allá, que no pertenecen a estas comunidades.
Siento
que en este trabajo, Liliana no sólo busca un camino creativo para promover que
los mundos infantiles de otros contextos del país conozcan realidades que les
son ajenas, sino que también descubran qué tan real y crudo puede ser un mundo
que es fantástico sólo en apariencia.
En
efecto, un mundo indígena es presentado aquí, no desde la voz de una mujer
guaraní, sino desde una moradora de las ciudades, quien sin necesitar crear un
texto de realismo mágico –dependiente de la seducción de lo exuberante y del
exotismo figurativo–, alcanza una narrativa basada en hechos que dramáticamente
han marcado la historia de los pueblos del Chaco.
He
conocido este pequeño libro, un documento que es simple y amigable no sólo por
la forma en que está escrito sino también por las hermosas ilustraciones de
Miguel Burgoa que han sabido dialogar con lo que está escrito.
Pero,
no por ser breve y fresco, es un texto ajeno a una serie de desafíos que es
imposible dejar de mencionar. Para ello, parto de un comentario que cita otra
publicación: siento que los desafíos de un texto como el que hoy presenta
Liliana, entran en sintonía con el trabajo que fue publicado en 2005 por el
filósofo colombiano Santiago Castro-Gómez, titulado “La postcolonialidad
explicada a los niños”. Destaco una sintonía entre ambos textos por dos motivos.
Por
un lado, porque libros como el de Liliana –y el del propio Castro-Gómez–,
asumen el desafío de sintetizar, de manera breve pero concisa, un corpus
conceptual y sobre todo vivencial muy complejo. Contar un retazo de la vida de
los guaraníes bolivianos puede ser tan difícil y desafiante como intentar
explicarles a nuestros hijos qué es lo decolonial. Con todo, aquí es fácil
reconocer la vocación cineasta de Liliana, cuando hilvana un texto que en
algunos momentos consigue superar las limitaciones del lenguaje escrito, y nos
provoca imágenes vivas de lo que está narrando. Pienso aqui en la imagen de la
profesora que llama a clases golpeando un fierro que cuelga de un algarrobo,
insinuando una posible inercia que es propia de aquellos cálidos parajes. Y no
por nada es un texto construido de manera gráfica, gracias sus recursos
retóricos y también a las ilustraciones. Por ello, tenemos aquí un texto que
fácilmente podría ser un guión cinematográfico, ya que ofrece una narrativa
que, al igual que el lenguaje audiovisual, llega a constituirse como una “bomba
polisémica” que utiliza pocos recursos para hablarnos de muchas cosas y, sobre
todo, para dejar que imaginemos por nuestra cuenta otras tantas.
Por
otro lado, sintonizo ambos textos porque pensadores como Castro-Gómez nos
llaman la atención acerca de la importancia de preguntarnos, de manera
constante y sostenida, qué formas alternativas podemos construir para lograr un
verdadero entramado intercultural en países como el nuestro. Desde un
pensamiento decolonial, Castro-Gómez nos invita a producir lo que producimos
siempre procurando liberarnos de forma consciente de las ataduras de la
colonia, las mismas que se traducen en formas de hacer, de mirar, de decir, y
de representar.
Ahora,
es claro que Liliana no busca una teorización sobre la vida de los guaraní.
Pero, si recordamos que la construcción de lo que podríamos denominar un
pensamiento boliviano ha venido siendo posible a partir del ensayo, los
cuentos, las novelas, el cine y otras producciones alternativas, es importante
reconocer que textos como los de nuestra colega son poderosas herramientas para
la construcción de un conocimiento localizado.
Desde
el ángulo que Castro-Gómez nos invita a mirar las cosas, se me genera una sed insaciable
de conocer y saber más de aquello que está detrás de los textos. Y es cuando la
curiosidad se convierte en cualidad que no es sólo de un niño (aunque los niños
no necesitan leer a Castro-Gómez para dar rienda suelta a su curiosidad).
En tal
sentido, encuentro que a lo mejor un complemento muy útil al trabajo de
Liliana, podría ser el transparentar cómo es que, como autora, ella ha cortado
distancias con el mundo guaraní, y cómo se ha aproximado a esa vivencia,
brindando información de nombres de personas y de lugares reales, rutas e
itinerarios trazados, y así por delante. De esta manera, podría hacer que el
mundo que describe de forma tan sencilla, sea aún más real, y permir que niños
y niñas de otros contextos sepan, por ejemplo, que viajando por tierra este
mundo guaraní está a tan sólo 6 horas de la capital cruceña o a otras tantas de
la capital chiquisaqueña, y que este mundo es parte de la realidad actual del
país, con personas reales que están hoy presentes en la construcción de una
desafiante convivencia.
Pienso
que, a diferencia de lo que Marc Augé nos lo ha sugerido, ciertamente, el viaje, sobre todo el viaje intercultural
en países como el nuestro, no es un viaje imposible.
Entonces,
siempre pensando en niños y niñas desde los 12 años, ¿cómo podría lograrse que Liliana,
como autora, ponga en evidencia el locus desde
el cual escribe? ¿Será esta una dimensión poco comprensible para personas de
tan corta edad? Admitiendo que estoy lejos de ser un experto en la materia,
intuyo que los niños y niñas de esta edad son sujetos ideales para conocer
dimensiones como la colonial y la decolonial de nuestro país, de nuestra historia
y nuestro porvenir. Por la misma razón, y gracias a los esfuerzos como los de
Liliana, que hacen que esta población tenga acceso a fuentes que superan
la historia oficial, podríamos responder
a estas preguntas de formas creativas y novedosas.
Por
ello, esperamos que Liliana no deje de producir y que siga construyendo puentes
no sólo entre personas, sociedades y culturas, sino también entre disciplinas y
formas de construir mundos. Y digo esto porque creo que es muy importante que
los textos de ficción logren complementarse con información no-ficcional que
nos hable de aquellos mundos reales que hoy en día están cada vez más cerca de
nuestras capitales.
No
quiero terminar esta intervención, sin decir lo siguiente: el trabajo de
Liliana nos deja una otra constancia: no necesitamos de “relatos enlatados” impuestos
por una industria cultural que busca seducirnos desde el Norte. Constatamos que
en nuestro país hay historias maravillosas, que nos hablan de personas tan
hermosas como valientes, también de valores fundamentales que determinan la
forma como las personas pueden relacionarse con la naturaleza. En textos como
los que Liliana nos ofrece, tan frescos y breves como son, podemos encontrar LA VERDADERA RIQUEZA DE LAS NACIONES.