Interculturalidad: una pregunta abierta
p. Bernardo Rozo. Artista y Entomusicólogo
Phd
1. Introducción
La
diversidad, en contextos como el nuestro, es un tema que ha venido cobrando
atención en las últimas décadas. Fruto de ello, observamos cómo no sólo se ha
gestado cambios a nivel constitucional y legislativo, sino también la manera en
que se ha hecho cada vez más imperante para cada ciudadano la necesidad de
consolidar relaciones armónicas de convivencia con distintos grupos
socioculturales, frente a una también creciente manifestación de
acontecimientos que han puesto en evidencia la forma en que la discriminación,
el racismo y la exclusión todavía son moneda de intercambio y circulación en
algunas regiones del país que todavía buscan entenderse como ‘diversas’.
En tal
contexto, en los últimos años, hablar de interculturalidad, multiculturalidad y
pluriculturalidad se ha convertido en algo casi cotidiano. No obstante, un
inadecuado manejo terminológico ha mostrado no sólo que estos términos muchas
veces son usados como sinónimos, sino también que ello puede derivar en
lecturas erradas de los fenómenos socio-políticos que nos afectan, a tal punto
que puede observarse el anclaje de formas contradictorias de uso de los mismos
en los perfiles de acción de muchas instituciones gubernamentales y privadas
que se proponer lidiar con el fenómeno.
En este
contexto, cuando trabajamos con estos contenidos y con ellos trazar líneas de acción para el análisis y
transformación de conflictos que se suscitan en diferentes campos
socioculturales del país, una de esas líneas de acción ha comenzado a
consolidarse a través del empleo de diferentes expresiones de arte
contemporáneo, con el objetivo de recurrir a los elementos creativos como
herramientas para acciones directamente aplicadas a dichos campos. Una de las
experiencias más recientes, en este sentido, ha sido la Muestra
Museográfica “Del país que somos al país que queremos ser” de la Fundación Unir.
Esta exposición tuvo como
base conceptual la DIVERSIDAD, en una muestra museográfica cuyos objetos
visuales y sonoros han sido concebidos para buscar campos evocativos, emotivos
y a la vez reflexivos, abordando así cinco módulos que visibilizan cinco
dimensiones específicas de la diversidad: geográfica, biológica, individual,
cultural y societal.
El
propósito de este documento es proponer elementos teórico-metodológicos y
conceptuales que sean aplicables, útiles y pertinentes a un objetivo específico
de la Fundación UNIR: ampliar, adaptar y complementar los contenidos
de su Muestra Museográfica “Del país que somos al país que queremos ser” y, en
base a ello, definir y consolidar el marco conceptual y práctico de una nueva
Muestra semi-permanente, de carácter artístico, para ser montada en el espacio
municipal ‘Pipiripi’, durante el período 2011-2012.
2. Propuesta terminológica base
No cabe
duda de que los términos la interculturalidad, multiculturalidad y
pluriculturalidad se refieren todos ellos a las distintas formas de diversidad
que define a las poblaciones humanas. Sin embargo, debemos llamar la atención
al hecho fundamental de que éstas apuntan a conceptualizar no sólo las
distintas diversidades, sino también las distintas prácticas relacionadas a
ellas. Dicho de otra manera, la distinción entre estos términos, aquí propuesta,
comienza apuntando no al plano nominal, sino fundamentalmente, al plano
práctico, donde la acción y la experiencia son niveles definitorios.
Inclusive,
algunos teóricos observan la manera en que las perspectivas
‘pluri/multi’ se han venido vinculando con visiones conservadoras, por ejemplo,
aquellas sobreentienden que es sólo la propia cultura la que está en
condiciones –y por tanto, legitimada–, para dirigir y articular el diálogo y la
relación “intercultural” al interior del país
.
Inclusive se observa cómo “...el discurso de la interculturalidad es cada vez
más utilizado por el Estado y por las agencias multilaterales como un nuevo
‘gancho’ del mercado”
.
Por ello,
“La necesidad de replantearse, reinventar o redefinir la interculturalidad…
es una urgencia… La tarea actual es instalar de forma vigorosa [una] nueva
visión de interculturalidad, acorde con los procesos profundos de cambio en
Latinoamérica, para no reproducir visiones y conceptos funcionales a la
dominación a nombre de atenuarla…
La necesidad de redefinir y de replantearse la ‘interculturalidad’, en su
noción y uso dominantes, se ha vuelto una urgencia… debido a los cambios
vertiginosos que vivimos a nivel continental: la democracia representativa, el
estado y el conjunto del orden político y las condiciones de la vida social
están vistos como los procesos de cambio progresista más profundos y
vertiginosos del mundo…”
Entonces, de cara a esa necesidad, nos avocaremos en lo
que sigue, a identificar los elementos que caracterizan y diferencian los
términos multiculturalidad,
pluriculturalidad e interculturalidad, y en base a ello, esclarecer por
qué es necesario trabajar con y a través del Arte, desde una nueva perspectiva
de interculturalidad.
Con relación a la multiculturalidad, observamos
que éste es un término que actúa solamente en el plano descriptivo.
En su
uso dominante, se la entiende como un concepto que hace énfasis en la necesidad
del “respeto entre las culturas”;
la: “coexistencia, tolerancia y convivencia entre desiguales para la
construcción de una comunidad de ciudadanos –una comunidad de iguales…”
. Se
refiere a la multiplicidad de culturas que pueden existir dentro de un contexto
en particular, sin que éstas estén necesariamente relacionadas entre sí. En
este sentido, el multiculturalismo es entendido como sinónimo de relativismo
cultural cuya tendencia es el énfasis de los pueblos y culturas como entidades
demarcadas en sí mismas, sin denotar ningún aspecto relacional.
Vista así, la idea de diversidad muestra un claro contenido ideológico,
ya que se deforma por visiones idílicas, paternalistas y folclóricas de los pueblos y
sus culturas, negando otras dimensiones igualmente diversas, como las de
género, clase, generación, lo popular, lo diaspórico, entre otras.
Se ha
desarrollado inclusive, dos concepciones de multiculturalidad muy distintas:
una relacionada a las demandas de grupos culturales subordinados dentro de las
sociedades nacionales, en demanda de justicia e igualdad; la otra, propia de
los Estados liberales, en la que todos supuestamente comparten los mismos
derechos, a partir de lo cual se espera que la tolerancia funcione sin mayor
conflicto, problema o resistencia. Ambos enfoques tienen a la tolerancia como
eje del problema multicultural, sin embargo tienden fuertemente a ocultar la
permanencia de las desigualdades e inequidades sociales que no permiten a todos
los grupos relacionarse equitativamente y participar activamente en la
sociedad, dejando así intactas las estructuras e instituciones que privilegian
a unos sobre otros.
Por su
parte, la pluriculturalidad ha sido un término que al parecer ha tenido
un uso más frecuente en contextos latinoamericanos, frente a la necesidad de
representar formas de convivencia entre pueblos diferenciados no sólo
culturalmente sino también racialmente (blancos, mestizos, etc.), destacando
justamente fenómenos como el mestizaje, las formas de resistencia
cultural y la revitalización de tradiciones. La pluriculturalidad sugiere
diferentes matices de pluralidad (histórica, por ejemplo), además de la idea de
convivencia y territorialidad como elementos que hacen parte de la construcción
de una nación. A diferencia de la multiculturalidad, que destaca culturas y
formas de organización social singulares, la pluralidad destaca más
bien la existencia de la diversidad entre y dentro de las mismas
culturas.
Desde esta perspectiva, la solución pluricultural al problema de la
diversidad, consiste en la mera ‘inclusión’ y ‘reconocimiento’ en la sociedad y
el Estado actuales, de los indígenas, los pobres y los ‘marginados’.
Dicho de
otra manera, mientras que la multiculturalidad normalmente describe a grupos
culturales distintos que permanecen separados, divididos y hasta opuestos, la
pluriculturalidad nos indica la convivencia de culturas en un mismo
espacio territorial, aunque no menciona aún sus formas prácticas de
interrelación, menos aún se explica por qué ésta puede llegar a mantenerse
conflictiva con el tiempo.
Ahora bien, a diferencia de los dos anteriores, la interculturalidad
destaca relaciones de mayor complejidad,
en tanto que formas de negociación e intercambio cultural permanentes. Destaca
la interacción entre personas y/o grupos, donde los conocimientos y
prácticas culturalmente no son sólo diferentes sino que son objeto de relacionamiento.
Por tanto, tal relacionamiento es una interacción que hace parte de condiciones
específicas, como son las asimetrías sociales, económicas, políticas y de poder, las
mismas que no sólo están en tensión permanente, sino que pueden
llegar a reforzar o limitar al "otro" como sujeto de interacción.
Desde esta
perspectiva, no se trata simplemente de buscar, descubrir, reconocer o incluso
tolerar al otro, tampoco de enfatizar la diferencia como un fenómenos en sí
mismo. Se trata, más bien, de reconocer estos procesos permanentes de
relacionamiento, intercambio y negociación, por medio de mediaciones sociales,
políticas y comunicativas.
Entendida
así, la interculturalidad se convierte en un campo ‘intermedio’ que se define
por estar entre culturas. No
significa simplemente su contacto, sino el intercambio y la interacción que,
desde una situación de opresión, asimetría y/o dominación, se logren relaciones
equitativas. Por eso se trata de un proceso permanente entre personas y grupos,
teniendo en cuenta saberes y valores, prácticas y comportamientos, además de
productos concretos. Sobre ese entendimiento, la interculturalidad intentará
quebrar históricas hegemonías existentes entre culturas dominantes y
subordinadas, y sólo recién plantearse la construcción cotidiana de una
convivencia de respeto, legitimidad y autodeterminación de los pueblos. De ahí
su carácter crítico y prospectivo de todas las instituciones sociales, por lo
que puede convertirse en un principio de cuestionamiento de sistemas y procesos
educativos, sociales, políticos y jurídicos.
Cabe
señalar además, que los procesos de intercambio no significan un simple
contacto o relación entre culturas, como sucede de forma cotidiana en los
diferentes espacios. Se trata, más bien, de confrontar las desigualdades en
dichos intercambios.
No
obstante, por lo mismo podemos afirmar que, a nivel social, la
interculturalidad aún no existe. Es un proceso aún en construcción, ya que
todavía debe consolidar nuevas y concretas prácticas, valores y acciones
colectivas, no nominales ni abstractas, sino como procesos formativos y de
interacción.
Contraria a
una democracia liberal que pone su atención sólo al multiculturalismo, esta
noción de interculturalidad no oculta la permanencia de las desigualdades
encarnadas en individuos e instituciones y
hegemonías dominantes, sino que trabaja a partir de ellas. A diferencia de una
visión pluralista, que resalta las diferencias étnicas, de género o
generacionales, para verlas como adscripciones inamovibles, homogéneas, estáticas
y con fronteras siempre definidas, la noción de interculturalidad no niega el
carácter dinámico, múltiple y hasta contradictorio de las identidades.
En resumen, la interculturalidad es un proceso dinámico y permanente de relación entre culturas,
cuyo intercambio se construye con conocimientos, saberes y prácticas culturalmente distintas. Es
también un campo de negociación y de traducción donde se reconoce y confronta
las desigualdades sociales, económicas y políticas, así como las relaciones y los conflictos de poder en las sociedades. Por tanto, se convierte en una
tarea social y política de interpelación constante: para la construcción de
condiciones de respeto, legitimidad mutua, simetría e igualdad; para la
búsqueda de nuevos sentidos de convivencia en la diferencia; para crear modos de solidaridad y también de
responsabilidad.
“Lo que la interculturalidad en su uso crítico busca hoy es una
intervención en paridad entre subalternos y grupos dominantes, componiendo
instituciones del mundo liberal capitalista con instituciones que aseguran la
apertura de un nuevo tipo de democracia con elementos de democracia directa,
por medio de usos y costumbres de los pueblos indígenas, en fin, abriendo un
nuevo tipo de constitucionalismo y de proceso democrático. Una reinvención del
estado y de la llamada democracia…”
3. La noción de Interculturalidad aplicada a una Muestra de Arte
La
interculturalidad, vista así, es un problema que atañe no solamente a las
poblaciones rurales, indígenas o campesinas, sino a todos los sectores de la
sociedad. Sin embargo, dadas las diferencias que nos separan, las relaciones
asimétricas entre las personas, grupos y sociedades, la interculturalidad no
puede ser vista como algo definitivo. No sólo es un desafío, sino también una
pregunta abierta.
En función
de su aplicación en trabajos de arte contemporáneo, cuya meta sea la
transformación de la sociedad en los temas y problemáticas arriba expuestos,
nos preguntamos ¿a través de qué mecanismos podemos hablar de la construcción
interculturalidad, sin tener que ocultar los conflictos, las dinámicas
identitarias, la dominación y el colonialismo? Es más, ¿cómo hablar de
interculturalidad apelando a experiencias concretas y sin tener que recurrir a
las palabras y la retórica?
Para
responder a estas preguntas, hacemos una aplicación práctica de la noción de
interculturalidad, desde la perspectiva propuesta, como algo inseparable a tres
dimensiones fundamentales que serán objeto de reflexión en la propuesta de
exposición, a saber: la identidad, la diferencia y el conflicto, las mismas que
se vinculan de la siguiente manera.
El poder
interactuar de forma simétrica con los demás requiere inicialmente de un
autoconocimiento pleno, para así conocer y entender los elementos que conforman
y destacan lo propio y lo ajeno, lo cual se vincula otros aspectos como son la
autoestima y la autenticidad. Los teóricos de la identidad
ya nos explicaban que, además de que la identidad
está en constante transformación en las personas y los grupos, es algo que
no podemos elegir, sino que se tiene que negociar con significados e imágenes
que también son construidos colectivamente.
Asimismo, identificarnos dentro del entorno familiar y cultural
requiere que nos diferenciemos de
otros entornos. Por tanto, aunque sea un proceso que muchas veces es
inconsciente, se hace menester hacerlo evidente para construir la
interculturalidad: ser consciente y respetuoso de las diferencias sin tratarlas
como dicotomías que poseen fronteras definidas, acabadas e insuperables, sino como
elementos que está siempre en construcción, negociación y conflicto.
¿Por qué
negociación y conflicto? El carácter inter de la interculturalidad es lo
que Homi Bhaba
refería como espacio intermedio donde
dos o más culturas traducen y negocian sus elementos, mientras que mantienen
algo de sí, sin necesidad de asimilarse a ninguna otra. Esta noción de tercer espacio sugiere que no hay
fronteras rígidas entre culturas o entre personas diferenciadas, tampoco
existen culturas puras o estáticas, sino divisiones dinámicas, flexibles y
sobrepuestas. Así, esta articulación intermedia no busca sobrevalorar o
erradicar las diferencias culturales, sino propiciar la interacción dialógica
entre elementos que, por lo general, son presentados como dicotómicos: pasado y
presente, pertenencia y diferencia, tradición e innovación o cambio, inclusión
y exclusión, campo y ciudad, control y resistencia.
Sobre esta
base, podemos entender que la noción de interculturalidad pueda ser aplicada en
una dimensión práctica –experiencial–, antes que descriptiva, discursiva o
terminológica. No es suficiente hablar de una realidad latinoamericana
explicada en términos históricos de mestizaje colonial, transculturación, ‘cholificación’, o de globalización o
hibridación. Estas percepciones, dado que se preocupan prioritariamente por el
factor de convivencia, no logran explicar, en la mayoría de los casos, la
confluencia de prácticas, estrategias, resistencias y sobrevivencias más
dinámicas y complejas, incuso de aquellas que conllevan a choques culturales
muchas veces violentos o a procesos "civilizatorios" impuesto por el colonialismo
aun vigente.
En este
sentido, si vamos a tener la diversidad y todos sus temas concomitantes en una
muestra de arte, lo mejor será no recurrir tanto a retóricas verbales que
expliquen el ‘deber ser’ de estos fenómenos, sino mejor traer a colación, de
forma audiovisual, las experiencias reales y concretas que las personas tienen
al respecto en su diario vivir.
No cabe
duda de que nuestros días se ven marcados por un contacto mayor y más acelerado
entre culturas. Además, las migraciones, los flujos de imágenes y de
información en los medios masivos de comunicación, traen consigo nuevas y
controversiales dimensiones identitarias. En tal situación, la idea de identidades
aisladas ya no es más sostenible. Las identidades, sean culturales, étnicas, de
género, u otras, ahora son más de interacción y encuentro cultural, también de
formas de nombras las cosas y de territorios intermedios. Sin embargo, al mismo
tiempo, en contextos como el boliviano, existen grupos que siguen construyendo
y reproduciendo una dimensión propia que los distingue de los demás, la misma
que desafía la generalización y homogenización de nuestra era.
Es éste el
reto más grande de la noción de interculturalidad: no ocultar las
desigualdades, contradicciones y los conflictos de la sociedad o de los saberes
y conocimientos (algo que el manejo político muchas veces trata de hacer), sino
trabajar con ellos, hasta poderlos INTERVENIR.
4. Bibliografía consultada
Bhabha, Homi. El lugar de la cultura.
Buenos Aires: Manantial, 2002.
———. «The
Other Question: Stereotype, Discrimination and the Discourse of Colonialism».
En The Location fo Culture. New York: Routledge, 1984.
Kymlicka,
Will. Ciudadanía multicultural. Barcelona, 1996.
PNUD. «La
nación necesaria: en la ruta hacia el interculturalismo». En Informe 2004
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Toranzo Roca,
Carlos, y José Luis Exeni, eds. Lo pluri-multi, o, El reino de la diversidad.
La Paz: ILDIS, 1993.
Viaña, Jorge.
«Reconceptualizando la Interculturalidad». En Investigar y Transformar,
294-343. La Paz: Convenio Andrés Bello, 2010.
Walsh,
Catherine. «Interculturalidad y colonialidad del poder: un pensamiento y
posicionamiento otro desde la diferencia colonial». En El giro decolonial.
Reflexiones para una diversidad epistémica en el capitalismo global, 47-62.
S. Castro-Gómez y R. Grosfoguel (eds.). Bogotá: Siglo del Hombre, 2007.
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